Floreana, parroquia Santa María (150 habitantes), Puerto Velasco Ibarra, cuenta con alojamientos comunitarios alternativos que no se los encuentra catalogados en páginas tipoTripadvisor. A saber, en Floreana, existen las siguientes casas de huéspedes: Cactus, Santa María, Hildita, Lecocarpus, Pajas, Emperatriz. Estos establecimientos brindan un buen servicio básico de hospedaje, lo manifiesto sin ambages considerando la lejanía de la isla tanto del Ecuador continental (a 1000 km.) y de la isla capital cantonal y sede del gobierno provincial que se halla a 96 km., San Cristóbal. La tarifa comunitaria de hospedaje por persona varía de $20 a $30 la noche dependiendo del tiempo de estancia en el lugar. Se trata de casas de huéspedes dirigidas por residentes permanentes de Floreana -algunos descendientes de los primeros colonos ecuatorianos de la isla-, que ofrecen habitaciones independientes sin pretensiones pero cómodas, amplias, baño completo, ventilador e internet particular. A gusto me estacioné en Casa de Huéspedes Hildita (cuatro habitaciones dobles de aproximadamente 25 m² c/u), de don Santiago Eugenio Paredes.
Floreana, ofrece servicio de comidas y bebidas a pedido a través de establecimientos como Lelia’s, Devil’s Crown, Canchalagua, Oasis. Estos restaurantes brindan un menú turístico sabroso (desayuno, almuerzo y merienda), suficiente para disfrutar de esta mágica isla galapagueña. Floreana busca la autonomía alimentaria en la zona fértil, en tierras altas, destinadas a la agricultura, sin dañar el parque nacional que constituye el 97% de la superficie isleña. Probé los almuerzos donde Lelia’s ($10), buena sazón y abundantes. La mayor parte de mis jornadas en Floreana tuve dos comidas al día, descartando el almuerzo porque el caminante no quería interrumpir sus excursiones a los jardines del edén. Así que cuatro semanas desayuné y merendé en Devil’s Crown (Corona del Diablo), restaurante atendido por su propietaria doña Cecilia Salgado. Fueron dos comidas suculentas a razón de $5 cada una, no exentas de sorpresas gastronómicas traídas del mar y de los cultivos de tierras altas. Donde Devil’s Crown devoré lo esencial para que mi temporada en Floreana no empache ni en sueños.