Mundo artificial
Una blusa azul cobalto. Igual al cielo que filtra el grueso cristal ámbar que sella en la estructura de aluminio por ventana. El silencio característico se corta de golpe en el andar agitado de quien busca inspiración. —Tengo que verlo por última vez. —Se repite mientras fuma a escondidas dentro de la galería, piensa que solo ocurre cuando la imaginación se crea dentro de uno, sin poder salir al mundo real, y camina: ¡Sí! en unos instantes no sabes qué hacer, ni qué decir, echas un vistazo al reloj, disimulas y allí estás frente al maldito lienzo en blanco.
Detuvo los pasos al finalizar justo delante del inmenso Cuadro. Apenas respira, impresionada. Hay que reconocer que en este juego se necesita una extraordinaria habilidad. Es un mundo artificial, alejado de todo naturalismo, donde hay otro sentido de la materia y de las sorpresas que pueda causar: el agua derramada que se reúne de imprevisto en gotas redondas. Al atardecer, las luces en lo alto de las torres se confunden con la atmósfera de lejanía. Todo se vuelve enigmático y parece tener un significado, ya sea la escalera, la llave, el pájaro o el árbol solitario, pero nosotros no vemos ninguna razón para descifrar esos enigmas que nos priva del encanto de ver más allá del lienzo. La solución es tratar de evitar las ilusiones evidentes, que nunca se vuelvan solemnes en sus misterios.
-¡En efecto!, —grita—, ¡claro!, es por el poder del silencio, sin él no hay ilusión. Incluso para aquellas personas obligadas al cuidado de la pintura, no se les muestra, la luz los enceguece y mata. El entender sería un desafío de silencios que marcan la fuerza de las formas. Pero también esa forma no se queda sin hacer nada una vez que se muestran ¿verdad? ¿No basta acaso una feliz gratitud, sentir el poder del silencio al crear una ilusión? —sus ojos sostienen la mirada en el lienzo, milímetros de la tela atiesada, sin parpadear, percibiendo… hablándole. —Un artista, por ejemplo, crea una ilusión, nos atrae a ella y luego nos confunde con otra ilusión que desmiente a la anterior en su silencio. Es fácil, él, pinta una larga viga que va hacia el cielo y en el punto en que se unen, se ve la sombra que arroja aquella sobre este; de modo que el cielo es artificial, no es más que un juego.
Entonces nuestra mirada recorre el espacio del cuadro como un laberinto, impulsados por la curiosidad salimos de una ilusión para caer en otra y en otra.
Lo que parecía por fin espacio abierto es solo una pantalla. Yo creo que el sentido de este proceso es por los laberintos de la ilusión y que no siempre se deja precisar con exactitud… ¿Y sabes por qué? Porque estamos en la pista de un enigma… y nunca llegamos a estar seguros de poseer la clave adecuada, para leer el verdadero sentido de estos símbolos que escapan a nuestra sensibilidad. Pero ahora nos queda el silencio que tratará de atraernos a lo que llamo juego de ilusiones.
Ahora creía tener cubierta la cabeza con un gorro de lustrina negra y en su interior el secreto del silencio, se desvanece en una visión de encantos antiguos, surrealistas y sigue parada a milímetros del tejido como quien confiesa todos sus pecados en silencio, bajo el hechizo del capellán.
—Desde las primeras miradas de concentración al Cuadro, la serenidad escapa. —La obra pareció ensombrecer ganando terreno la ilusión escapando a la representación a su doble. En seguida un angustioso sudor cubre su frente. Se inclinó, como para ver mejor, libre, descalzada, lo real no existe se dice. Y, como quien quiere desaparecer, aun con el ceño plegado, y sus ojos cosidos al lienzo, apenas milímetros, apenas respira… lo real ya no es, la ilusión imposible, lo verdadero y lo falso se tocan. Delante de sus ojos, descubre lo extraordinario.
Principios eternos (dedicado a Janusz Korczak)
Desde el principio supe que la guía del entendimiento práctico es la moral misma. Por ejemplo, en el gobierno de un país —continuaba el conferencista —, la política pequeña, es la política de los intereses bastardos, las intrigas y la corrupción. Mientras la política de las masas es la capacidad de la convivencia pública de la razón, ahí todos tenemos los mismos derechos, somos iguales, bueno… eso es lo que plantean; no así en la política privada con miras mezquinas, vicios y bajezas ocultas. Dicen en cambio que la conducta grande es la que inspira la generosidad, pero sé, que en toda política la virtud nunca llega. Así discutiéndome estos temas apareció el clásico, de… si no haces un sacrificio pequeño, jamás harás uno grande… eso también es una mierda, velar por el bienestar ajeno lo “suyo es de todos” y tú… que te jodas.
Eran las dos de la tarde. En medio del debate interno, me sedujo un parpadeo de agua en un charco. Yo caminaba por la acera como un loco. Percibí a un pequeño insecto que se hundía. Por un momento hizo pie en un banco, la corriente se lo llevó y volvió a hundirse para emerger más adelante. Sin pensarlo me lancé en su rescate, le era tan cara esa diminuta vida, amenazada por todos lados, que en cualquier momento podía perderla. Me salí de la acera, el agua hasta el tobillo dentro del charco.
—Más vale salvar a uno de estos que a cualquiera de la humanidad —pensé. Lo vi revivir y sacudir sus alas sobre mi mano, le impulsé pensando… no nos veremos más.
Psicodelia
Ella llega con su amiga y permanece junto a la puerta. Es retraída, quizás sea su primera vez en una disco. Tiene cara de soledad y tú crees poder hacerla reír. Pero el golpe de sonido y las luces aturden los tonos cálidos de la música Pop. Es bailar con los ojos cerrados, encontrando nuevas nebulosas de colores.
—Ven con nosotros. —Dices tú.
La chica se ha reído, la mitad está ganada, dices con estúpidos deseos de arrebatarla en delirio. Pero estas ahí, sentado a su lado, nada que decir; solo callan sin otra cosa que sonreír. Y es precisamente esa sonrisa la que quisieras tragar a veces. Es esa sonrisa… una especie de sonrisa simulada, defensa simpática, la vida es linda y solo ellas saben sonreír, piensas.
Así son los amigos, son de todos. Traen ron y fumamos un poco de más, un poco de todos, ya sabes…es como estar drogado, pero tú sin embargo la quieres tragar. Ustedes reciben, sonríen y ni siquiera es al otro a quien alegran, es a ustedes mismos, has aprendido a reír mordiendo dientes contra dientes, hasta que salte el esmalte. El tiempo, él mundo es pequeño con un nada sin límites, corriendo por las venas. Se van de la música, del ritmo, ya no tienen vergüenza de bailar notas falsas, desafinadas, hacer el ridículo con el sonido grabado en el subconsciente. Él sonido del bajo continuo, de un borracho o algo por el estilo y piensas en dejarte caer, tenderte.
Arriba bien alto las piernas, la espalda pegada al suelo. Todos ríen, y tú ríes de no saber por qué ríes desde el suelo y, antes de caer al suelo, antes de llegar a la saciedad. La tomas del brazo, el mundo es libre te repites. Estupideces solo hablo y hablo, los adictos parecen divertidos. Aunque no comprendan, dicen sí o no; dicen textualmente lo que tú quieres oír porque te conocen y a toda costa mantendrán la alegría.
Las horas han muerto, había que escapar botella en mano. Ella te mira y allá se quedan todos, no muy lejos pero no importa el mundo es libre para volar. Encajando lo sensual en otras. Observan la locura y su mirada consume, realmente la vida es divertida, te repites. Riéndose estalla un beso, un beso en tu boca que ya no tiene centro, y aspiras el humo, aspiras hasta no tenerte. Calmas con ron del bueno, doce años. — Mentira, eso es mentiraaaaa.
Quemas su risa que son tuyas también, a cun cun hasta la mitad, no hay para más, y te transfiguras en mí infiriendo que somos una idea loca de algún dios envidioso; que de todas formas es la única felicidad existente en él infinito, eso de que hay que vivir el momento; ¿lo será? estamos más alegres de lo que reímos cuando el pasado ya no está y el futuro no se espera. Otro trago de a dos y nuestras manos parecen buscar nuestros dedos largos, que ya no tienen cuerpo, piel ni huesos. Más locos estamos, de una locura del reír, tú planeas yo dentro de ti desnudo, quizás seas yo o los dos dentro de ella.
Secuencia
Se me ocurre escribir, y sólo veo mis manos sobre el papel y entre los dedos la pluma estilográfica. Imagino mi cara de tres cuarto. Y la imagen… la imagen es como una de esas películas viejas; repetidas hasta el desgaste de la memoria monocromática. Soy un retrato francés, alemán o mejor inglés. Frío o… será caliente, pero retrato. Constantemente miro al frente sin ver nada. Quiero garabatear en la mente, donde nadie ve ni escucha. Tartamudeo frases locas, ¿Lo ves?
Y la imagen fija en tres cuarto, del mismo lado. Pasa sólo a mis manos que no están. Un paneo sucesivo. El cigarro en el cenicero y su humareda que intenta evadir el hecho de escribir cursivamente o mejor dicho, la niebla de humo y la mano sobre el papel blanco están… qué sé yo. Estoy perdido de nuevo. Otra vez un primer plano de mi rostro. Mordisqueo nerviosamente la punta del bolígrafo. Incoherente tacho y observo mis manos que se detienen, mi rostro ligeramente se pierde en fuga, a un techo que no existe, solo la mueca de monotonía.
Todo está mal, lo que escribo, las ideas. Nadie lo sabe ni se sabrá. Tomo un plumón de los más oscuros de esos de punta gorda. Quito su tapa y sostengo las hojas en el aire, como descubriendo algo importante. Borro esotéricamente. Elimino de la cuartilla, con línea segura y gruesa, la quinta, la octava; trazos transversales hago continuas, una, dos, seis… Otro tachón, otro guión.
El cigarro a mi boca como manía desesperada. Absorbo y con ademán le tomo con la derecha y arreglo los espejuelos negros, hasta la punta de la nariz, hasta su asiento. Bajo la mano y, seguro hago ese movimiento de lucidez, y que más que eso, solo se quiere dejar ver ese hálito. No es más que una pose de las más conocidas, una maldita pose. Soy una maldita imagen de tres cuartos o lo que sea, pero una maldita sombra imitadora de tantos otros, que a su vez imitaron a otros y estos a otros y los otros hasta, bueno…, seguiré siendo mientras dure la secuencia de los eternos imitadores.
Ya más calmado crujo los dientes con desdén sin ver lo que hay en el papel.
Por fin mis manos ahora; la panorámica es de frente, sobre las hojas hasta mi rostro. La punta del marcador corre. En el último tachón desprejuiciado, algo abstracto para variar la perspectiva de la idea primera y aludir al final. Esto es parte de la nueva vista, el cigarro en la boca de contrapicada. El plumón se desliza suave trazando líneas, sin figuración, vagando. La otra mano sin pensar acaricia el hierro, frío. Ahora las dos manos comprueban el arma, su funcionalidad y me atraviesa el deseo de terminar, de corregir.