Volcanes que se oxidan
La mayoría de nuestros volcanes fueron formados por la efusión de lava basáltica y su edificio tiene la coloración negra típica de este material. Así vemos al Ruco Pichincha desde el Padre Encantado.
Sin embargo de su dureza y alta resistencia mecánica, el basalto tiene una debilidad a largo plazo: contiene hierro. Este elemento es responsable de su color, similar al clinker producido en el horno de cemento. Desde el interior de la caldera del Guagua Pichincha vemos las paredes con rocas de basalto.
Al caminar en la cumbre del Corazón y otros volcanes, al igual que en Galápagos o Hawai, observamos rocas de esta misma coloración y características.
El hierro, como todos lo sabemos, se oxida, cambia de color a rojizo o amarillo, y su óxido se disgrega fácilmente. En las minas de Pintag, la lava del Antisanilla nos muestra rocas con una coloración rojiza por fuera, pero internamente siguen negras.
Con el paso de los años los volcanes se debilitan y desmoronan cuando tienen numerosas grietas y fumarolas, o glaciares cuya humedad acelera la oxidación. En Hawai, una de las islas viejas se partió en dos y la mitad se hundió en el mar. La causa fue su acelerada oxidación. Muchos de los volcanes antiguos o extintos, como el Ruco Pichincha, Corazón o el Rumiñahui han perdido parte de su edificio y cráter por este efecto o por la formación de arenales con el material disgragado. Ver los arenales cerca de sus cumbres como una pérdida inexorable de su estructura.
En contrate tenemos al Quilotoa y abajo el Pululahua, claramente hechos de rocas de diferente composición. Más durables y más explosivos.