Uno de los más grandes placeres como biólogo de campo es el pasar todo un día caminando en la pluviselva; resbalándome en el lodo, caminando bajo la lluvia … y admirando la asombrosa biodiversidad que éstos bosques esconden. De regreso al campamento o a un lugar seco, nada mejor que un buen baño, un libro y una buena comida, escuchando los sonidos de la selva. Había pasado todo el día caminando con un grupo de jóvenes Kichuas en el Parque Nacional Sumaco, observando la asombrosa fauna de invertebrados en un esfuerzo por construir un sistema de monitoreo comunal de biodiversidad basado en invertebrados.
Tomar muestras de suelo es una tarea muy difícil, cuando intentas observar su biodiversidad. Eramos unas 10 personas llevando la muestra de suelo y caminando bajo la lluvia, cuando el sol ya desaparecía en el horizonte. Mojados y sucios, llegamos a la casa de Doña Delia y Don Lino, un par de ancianos Kichuas que nos servían los alimentos cocinados con el ingrediente más delicioso: el cariño. Don Lino, es una persona cuya vida entera se ha desarrollado en el entorno de las plantas y animales del Gran Sumaco. Sus vivencias constituyen un tesoro muy valioso de la cultura Kichua.
Ya me había sucedido antes que, escuchando las mágicas historias de los viejos de la comunidad, sea Kichua, Wao o Siona, me quedaba tan absorto que me sumergía en las historias y nunca las escribía o documentaba. No tienen idea de cuanto me arrepiento de no haber escrito las historias del viejo Victoriano o de su hijo Rogelio, narradas alrededor del fuego en alguna noche en el Cuyabeno, mucho antes de que el turismo y el petróleo se tomaran la región. Así que ésta vez, mientras la historia sigue en mi cabeza, intentaré transcribirla :
Cuenta Don Lino que desde hace varios meses el «Tigre» (seguramente un Jaguar), venía rondando su vivienda y se comía sus animalitos. Hacía varios días que encontraba sus animales muertos y esto le molestó muchísimo a Don Lino. Así que, tras tomar Guayusa una noche, se comunicó con el Tigre y le dijo que saldría a matarlo en venganza por su actitud. Según explica Don Lino, la Guayusa que el toma no es la Guayusa de hoja grande que se consume en los pueblos, sino la Guayusa de hoja chica que crece en la selva. Esta planta mágica, según Don Lino, eleva su condición humana a la de un espíritu capaz de conversar con los seres de la selva.
Así es que, armado con su lanza, salió a dar muerte al Tigre, lo cual logró hacer luego de tres días de persecución. Cómo advertencia, cortó la cabeza del Tigre y la sepultó en el hormiguero. De regreso, estaba contento con su hazaña. Pero al cabo de un par de días, el Tigre regresó y volvió a dar muerte a uno de sus animales. Lleno de enojo, volvió a tomar la Guayusa y advirtió al Tigre que ésta vez sería peor. Así que salió nuevamente a la selva y persiguió al Tigre por una semana, puesto que éste ya conocía sus trucos. Pero luego de la semana, dió caza al Tigre y volvió a enterrar su cabeza en el hormiguero. Luego, quemó el cuerpo del Tigre y regresó contento a su casa.
Pasó solamente una semana hasta que el Tigre volviera a sus terrenos y se comiera otro animal. Esta vez salió a cazarlo y tardó dos semanas en hacerlo. Enojado por la actitud del felino, lo cargó y lo vendió en el mercado, lejos de la selva. Al regresar, su enojo se fue borrando poco a poco, porque el Tigre no regresaba. Pero una noche, el Tigre nuevamente volvió a comerse a uno de sus animales. Esta vez, decidió tomar la Guayusa y entrar completamente desnudo a la selva para conversar con el Tigre. Tres noches y tres días pasó Don Lino en la selva conversando con el Tigre. Caminaron juntos y durmieron juntos. El Tigre le dijo que si le declaraba la guerra el seguiría matando a sus animales y Don Lino le dijo que si el no mataba a sus animales, Don Lino nunca volvería a matarle.
El espíritu del Tigre es muy fuerte, menciona Don Lino, y nunca podría vencerle … «Así que me hice amigo del Tigre y ahora nos respetamos. Yo no cazo sus animales y el no mata a los míos»; dice Don Lino. Algunas noches Don Lino toma la Guayusa chica y sale a conversar con su buen amigo, el Tigre, y el le dice donde puede cazar sin causarle problemas. Lo increible, es que desde entonces, el Tigre no ha vuelto a matar a los animales de Don Lino. Tanto es así, que un grupo de Sahinos vive ahora en su propiedad, para protegerse del Tigre, porque saben que el Tigre respeta a Don Lino. Don Lino habla con los Sahinos y éstos le han prometido cuidar su propiedad. Cuando entra Don Lino a su propiedad, los Sahinos están tranquilos, pero si entra un extraño, los Sahinos lo atacan.
Así transcurre la vida de Don Lino, entre un mundo donde la Guayusa le lleva a la realidad mágica de los espíritus de la selva y su vida cerca de los colonos. Nosotros no comprendemos esa otra realidad, pero Don Lino comprende ambas realidades: la de nuestro mundo centrado en la ciencia y la del mundo de los espíritus de la selva, con su riqueza mágica. Probablemente, su mundo es más real. ¿O lo es el nuestro?