Luna paso miles de años mirando a la tierra, ni siquiera podía conversar con ella, no por la distancia sino para no despertarla. Al comienzo le encantaba la idea de iluminarla toda la noche. La tierra se veía tan linda así que Luna siempre estaba llena.
Desde el espacio, Luna vio con curiosidad como aparecieron dinosaurios, primero pequeños luego grandes, vio como una gran roca de fuego con un beso destruyó todo, vio nacer otra vida, con animales peludos y no tan grandes como los otros. Así vio aparecer a los seres humanos, hermosos y extraños, al inicio los miraba desconcertada y le entraron ganas de conocerlos más de cerca.
Entonces decidió bajar a la tierra, pasó mucho tiempo pensando como hacerlo, después de todo no podía darse el lujo de dejar sin luz por las noches a su hermana.
Encontró la solución en uno de sus conjuros, porque Luna es la mejor de las brujas, y después de haber visto a tantos seres extraordinarios en la tierra, resolvió que su primera visita la haría en forma de ratón, uno pequeño, blanco, curioso, atento a todo, como los que había visto en los campos de Siberia, y así lo hizo; estuvo como ratón un par de días recorriendo todo cuanto pudo, claro que no fue mucho dado su tamaño.
Así que allí mismo hizo otro conjuro y se transformó en paloma, blanca con pintas de gris, volando por todos los lugares, cruzando ciudades, comiendo en los parques, oyendo conversar a los enamorados y hasta hizo de mensajera de uno de ellos. Pero tampoco pudo conocer mucho a los humanos, que cada día le daban más curiosidad.
Volvió a cambiar de forma, se convirtió en yegua, fuerte, grande, hermosa como ella sola, corrió por inmensas pampas, dejó que un general la cabalgue en una guerra libertadora hasta echar espuma, bebió de los ríos y caminó por la orilla del mar, pero no era suficiente, quería saber cómo funcionaban los humanos.
Finalmente se convirtió en mujer, blanca con enormes ojos negros, ando por calles de ciudades mágicas, bailó por horas con desconocidos, comió majares, conversó con mujeres enamoradas y de corazón partido, sedujo y luego despreció a hombres que se creían irresistibles, leyó poesía, posó para un pintor de bigote largo, jugó con niños a la rayuela, dejó que la lluvia la moje; entonces vio el cielo en la noche, que triste sin la luna, ya no quedaba nada de ella para alumbrar a la tierra, cuando se convirtió en mujer sin darse cuenta uso todo su ser y no dejo nada de ella en el espacio y se asustó tanto, que de un solo brinco volvió a su forma original, toda entera, toda luz de noche, tan linda como la luna llena.
Sin embargo le gustó la idea de visitarnos con frecuencia, y desde entonces baja en diferentes formas cada noche. Cuando ves el cielo y es cuarto menguante, media luna, cuarto creciente o luna tierna o cualquier otra forma de luna, es que ella está entre nosotros. Es posible que la alimentes en el parque, que la toques en los montes, que la veas cruzar el cielo o hasta que bailes y te enamores de ella, y no te des por enterado.
Ella nunca acabará de conocer a los humanos, porque ella siempre será Luna, nunca serán suficientes sus visitas y siempre volverá al cielo para iluminarnos por entero, por el placer de ver a la tierra con la luz de Luna llena.