El peso de la libélula
Absorta
flotando en la neblina
estuosa
una libélula
cae entre mis muslos
como en un bosque
entre dos montañas.
me posee
estremece mi vientre
hasta quedarse inmóvil.
Se instala con sus nombres
sus metálicas patas
algas sustantivas,
sueños acuáticos de larva .
Atrapa en los rincones
mis oscuros recuerdos
inconscientes.
Martilla en mi memoria
bisbiseando verdades
no asumidas..
Yo entonces naufragaba
en un mundo rosacálido
perdida en el limbo
de la madre.
Informe perezosa
aceptando los nombres convenidos
los límites impuestos, las razones
asignadas.
¡Abre los ojos Despierta¡
Alguien llama desde no sé
dónde
golpeando la puerta del destino
entre voces que se pierden
me pierdo al fin…
Ausencias
Como pañuelos alineados en bandada
una a una
se van sumando
las ausencias
para emigrar hasta mi cuerpo
isla lejana y solitaria.
En una espiral de tiempo
se reúnen las despedidas
hasta llevarme al hastío,
a la orfandad esencial.
Hasta reconocer la propia muerte
que me aproxima
al aletear de pájaro herido
en tinieblas.
Mi voz llama
pero nadie le responde
y aunque respondieran
los presentes
el rencor y la impotencia
alejarían sus palabras,
demorando el engaño
de la compañía.
No me resigno
al ritual batiente de los adioses,
una maldición
sobre mis alas…
Por eso transcurro contigo
en la brevedad del tacto,
en el instante
en que tus ojos se clavan en los míos.
Para creerte real,
para saberme
acompañada
para engañar con tu amor
el vacío absorbente
para creer que te tengo
que no estoy Sola.
Camisa de fuerza
Se me antoja
amarte,
desdoblar mis manos en caricias
para revolotear
tu cuerpo
este verano.
Dar pinceladas de colores
en la habitación vacía de la noche
para convencerme
que siempre amanece
Se me antoja
olvidar tu mal querer,
descalzarme de mis sandalias preferidas
para huir por los tejados.
Desabotonar
mi camisa de fuerza
y lanzarme desnuda
a buscar el paraíso
sin que por ello
me sienta absurda.
Se me antoja
desafiarme,
llenar el vacío de siempre
Contigo
con tu amor breve.
Se me antoja
estar junto a ti
por un día,
que siempre será
un nuevo día
Jugar al azar
sin que mi importe
ganar o perder,
tan solo por el placer
de repasarte
en mis lecciones de amor
aprendidas de arrebato.
Se me antoja
ese desorden
de guitarra trasnochada,
de bullicio de niños en recreo…
Se me antoja
que te antoje
estar conmigo
un momento.
Mariposa espectral
Muchas veces
con el pretexto del sueño
o del frío
ella me abraza, me protege
me invita a jugar juegos de azar.
Yo sorteo su acoso a cada paso
eludo la mortal caricia
de sus alas.
Sé que avanzo sin prisa
ni memoria
confundiéndome con sus colores
escondiéndome en sus formas
disfrazándome entre sus vuelos
hasta jugarme la última carta,
el negro caballo de espadas
para que me deje partir
para siempre
ya sin nada.
Víbora blanca
El ojo único
transparente
deja que penetre en la liquidez inmensa
-a veces siniestra-
de mi vientre.
Me he visto
pudriéndome por dentro,
pululando por mi cuerpo
pequeños cráteres
nauseabundos
bellos botones de violetas
llagadas.
A punto de germinar
he sentido el sabor terroso de la abuela,
anciana intrusa
que ríe siempre en mi garganta.
Escucho sus carcajadas
dionisíacas, estridentes
mientras florezco:
primavera de áster,
cuarzo del Collay
víbora blanca
-forma real por un instante-
reptando entre las cenizas
de los huesos
de mis muertos.
Formas
Ave atrapada
trocada en felino,
tu sombra forma ambigua
persigue mis formas.
Oscuro pájaro nocturno,
tu plumaje negro y cansado,
estalla en el mosaico
de mi pecho.
Ocho garras doradas
se clavan en mis senos
para revelarme
el sendero que iguala
todas las orillas.
Tú en tu soledad transparente
de carámbano gélido.
Yo, móvil de hielo
tallado por la guerra.
Pequeño Saltamontes ( a José Luis)
Príncipe planetario
trigo y sol
en tus cabellos.
Liviano sig—sal
agitado por el viento
entre retamas
te pintas;
sonríes.
Abrazo intermitente
hoja táctil
me acaricias.
El tiempo
golpea en tu dorso
con pausa,
llena tu fuente verde
antes de cada salto
Salta
te aguardo,
salta, salta
te amo.