Nunca antes habíamos entrado a la Capilla del Hombre. Ayer, los cabecillas del blog-editorial Bípedos Depredadores, y, por inercia, luchadores autónomos del Movimiento Utopista Anarquista (MUA), estuvimos de cerca con el pensador Ignacio Ramonet, oriundo de Galicia, tierra de ondulantes verdores serranos y donde anida la Costa de la Muerte. “Alguna vez morí en sus acantilados, abrazando el regazo oceánico de Diana de Bergantiños, y renací en sus bahías ahítas de perfumados sargazos”, diría el desaparecido fundador del MUA, Salvador Pineda Pinzano, de su estancia en Malpica.
A los cuartos aquilinos de Bípedos Depredadores, nos llegó una simpática invitación, en forma de pasador de libros, para asistir a la conferencia que encarnó el pretexto para lanzar estas reflexiones personales. Somos precavidos, nos metimos a investigar con antelación qué podía decirnos el pensador gallego acerca de “La explosión del periodismo”. Por supuesto, usamos los motores de búsqueda del ciberespacio, no se trata de embutirse cualquier cosa a cuenta de “conferencia magistral”, que es pan desabrido de los días globalizados, tal como “Los caminos garantizados al éxito” o el “ABC de la excelencia”. Sí. Somos reacios a atender toda convocatoria que sugiera actualizarse en lo de autoayuda y/o autocompasión.
A través de la lectura de sendos artículos de Ramonet, habíamos encontrado condumio y coincidencias ineluctables con sus elucubraciones, así que resolvimos acudir al evento. Fuimos preparados para escuchar relajados su ponencia -la que en la quietud del hogar, estudio o biblioteca, puede ser asimilada mejor mediante la literatura que está colgada en la red-; digamos que partimos dispuestos a husmear y ver en la Capilla del Hombre, sin el ánimo de apurar una lección con embudo. Allende que no cargamos reloj de mano ni celular de bolsillo escondido, la impuntualidad no está enlistada en nuestras costumbres, y, cosa rara, nos vamos al otro extremo de la famosa hora ecuatoriana, exageremos por ese instinto de aclimatación del montañero, arribando al ápice de la loma Guangüiltagua con hora y media de anticipación, adelantándonos incluso al personal de seguridad del estado.
Como este tipo de conferencias vienen a ser una suerte de vacaciones sociales del escritor amante de su nicho arbóreo, se aprovecha para conversar con el ser humano que se pare al frente, parafraseando a la dragoprincesa sabatiana, Alejandra Vidal Olmos: “…te ponés a parlar con el pibe cuidador de carros, ¡cinco minutos!, y te das cuenta que es un misterio”. Un amable parroquiano nos mandó a buscar “abajote” el café que ansiábamos “arribota”, pero no pasamos de la tienda de la esquina que podía llamarse Sofía o Magdalena. La dueña, mientras nos servíamos un helado de ron-pasas, explicó pacientemente que no le han faltado ganas de montar una cafetería a todo trapo, “…mas sólo cuando hay eventos sube gente como ustedes, y nos piden capuchinos, mocachinos…”. Salimos de la tienda de abarrotes para volver a subir la cuadra a paso de perezoso, concediendo un tiempo para tomar instantáneas del mural callejero festonado de grafitis populares.
Entramos a los predios externos de la Capilla del Hombre, de afuera no impresiona la construcción gris porque en su interior es donde se encierra su magia. La genialidad del artista nos muestra los monstruos de la miseria que genera la humanidad, es la antesala al templo que nos legó para que ese mismo ser caído en la cosificación se postre ante la imaginación que precede al conocimiento. Einstein, y otros científicos de su talla, para hacer llegar sus teorías al hombre pata al suelo, se han servido de la imaginación de los poetas. Hicimos lo justo al instruirnos en casa de lo que, groso modo, iba a predicar el expositor. La sonorización era muy alta para nuestros oídos saludables, silvestres, y no estamos acostumbrados a la iluminación que privilegia el estrado donde yacía el escenario simulando una sala hogareña, ocupada por dos caballeros acomodados en sus butacas, que parecían aguardar con santa impaciencia que el orador se siente a platicar con ellos. Bien hizo el presidente Correa en integrarse a los oyentes de primera fila, con libreta de anotaciones en mano, aprovechando elaño electoral recibió sendos elogios que el orador dirigió a su gestión política, sumándose a ello los aplausos y aclamaciones que una mayoría del público le remitió –concurrencia variopinta que en gran número eran jóvenes universitarios-. No hay que sorprenderse por la actitud de Ramonet, pues él es parte de la “nueva izquierda europea”, y celebró al presidente Correa por sus logros sociales en Ecuador, a diferencia de una España que ve con estupor el retiro del bienestar general. No obstante, Ramonet, está consciente de que el crecimiento, de los países emergentes, viene con el consumo desaforado de energía fósil, lo que se transforma en un acelerante de la crisis energética y ecológica a nivel planetario. Sabe que para hacer el sueño americano en todo el mundo, se necesitarían al menos tres planetas Tierra. Por eso es que tiene que bogar por la teoría del decrecimiento, para que la voracidad del desarrollismo que impusieron los sátrapas de la economía occidental concluya de una buena vez, y eldecrecimiento se traduzca como una forma de vida orientada al disfrute de los goces sencillos. ¿Queremos seguir siendo carne de cañón del libre mercado?, o de repente vamos a escuchar a Marx, que probablemente hubiese sido hoy un cibernauta, más allá del rotundo fracaso del materialismo dialéctico: “…el crecimiento se transforma en el nuevo opio de los pueblos, cuyos puntos de referencia culturales y solidaridades colectivas son quebrados para que se hundan en el abismo sin fondo de la mercantilización”.
Los dos representantes del MUA, no festejamos al mandatario Correa, no por ser antigobiernistas sino por básico pudor… Por las razones del corazón que no ve la razón, como manifestó el siempre joven Blaise Pascal, hace más de trescientos años, en contrapunto a su contemporáneo Descartes. Siendo un cráneo privilegiado para la creación filosófica, Descartes, propuso que los animales puros podían ser atormentados sin remordimientos porque no tenían alma, y no pensaban, así que eran incapaces de sentir dolor. No aplaudimos porque nos quema por dentro la zahúrda infernal, a cielo abierto, que los chinacos populacos van a hendir en suelo sagrado, en los jardines amazónicos de este trocito de Gaia, llamados a ser libres de toda remoción como lo dicta el sentido original del buen vivir de nuestra Constitución.
Vamos al meollo de Ramonet: De los medios de masas a la masa de medios. Este aparente trabalenguas está clarísimo, y puede tener el nombre que más se ajuste al caletre de cada cual: los medios de masas versus la blogalaxia; los medios de masas versus el universo paralelo; los medios de masas versus el meteorito Internauta; los medios de masas versus la biblioteca inconmensurable… Lo cierto es que por propia experiencia hemos sufrido y estamos sufriendo a tope lo que ha sido el reventón de la red. Hace poco no existía como escritor ya sea vía papel periódico, o vía libro de papel de 75 gr, o la vía flamante donde desde la invisibilidad uno se hace visible: el ciberespacio. Recién, a fines del 2006, fue dinamitado mi sueño de salir inédito de este mundo ahumado. Esto ocurrió cuando el ingeniero electrónico Vivar Ayora, alias Kantoborgy VII, me conminó a que sea cofundador de Bípedos Depredadores, valiéndose de las piedras de Galileo Galilei para que despierte, y no me quede esperando a muerte, como el coronel de Gabo, la carta resucitadora. Accedí a regañadientes y desde esa fecha no he parado de enviar mis trabajos literarios al ciberespacio. Hasta me ha dado el romanticismo de publicar en papel beige de 75 gr., a la manera de un francotirador posacadémico, siendo el editor de mi ciclo novelístico que lo componen cinco libros, en un lapso de dos años y medio. Próximamente, bajo el sello de Editorial Bípedos Depredadores, saldrá la segunda edición de las novelas «Las ruinas de Galadriel» y «Remoto».
El impacto del internet es polifacético, multidimensional, cada cibernauta puede ser a la vez creador y receptor de nuevos lenguajes, que van desde aproximaciones a la sabiduría futurista a balbuceos que hacen de la estupidez una fiesta digna del asno que los hombres-superiores, de Así habló Zaratustra, empezaron a adorar con rebuznos, cayendo en desesperado nihilismo porque Gott ist tot (Dios ha muerto). Las ambiciones de adquirirconocimiento nunca han estado tan alcance de los dedos como en estas fechas del siglo XXI; sin embargo, esa sed de ver más que ayer la sigue poniendo el individuo, el desasnarse está en él y no en la herramienta que tiene entre manos, en su escritorio posa el medio para lograr el gran desasimiento, el que lo conduzca a un verdadero adoctrinamiento que nuestra caduca educación no ofrece por su fijación de especializarnos en el arte de poseer cosas, bienestar basado en un absurdo gasto de energía fósil, a costa del maquinismo del hombre y un planeta en llamas.
Recordemos al “indignado” yanqui, poeta-caminante, Thoreau, quien se negó tajantemente a pagar impuestos para cubrir la guerra de su país contra México (1846), por considerarla injusta ya que los estados esclavistas la iniciaron para cosechar más esclavos en más tierra, tierra de nadie, sirviéndose de la ineptitud de los gobernantes mejicanos de entonces. De Thoreau nació la desobediencia civil, Gandhi la hizo famosa, y, sentada esa jurisprudencia en las leyes íntimas del hombre, “los indignados” europeos, acamparon en plazas y parques para protestar por la austeridad que se les impone frente a la vida de reyes que se dan los que han provocado el derrumbe del sueño hedonista de Europa. Acá, en el Ecuador, sí que nos hemos indignado a placer, antes y durante la primera década del presente siglo, botamos de sus cargos, en seguidilla, a tres inefables gobernantes. Nos adelantamos en años a los tardíos indignados de los países que de corrido se han denominado adelantados… Sí, han sido maestros en el progreso para la destrucción mundial, europeos y estadounidenses, y vaya que hoy tienen a su mejor alumno dándoles cátedra en lo de tragarse el planeta más rápido. Los chinacos populacos ya son la élite de la élite del positivismo irracional.
Después de ciento cincuenta años de Thoreau (1817–1862), constatamos que no se equivocaba en su precognición, cuando advirtió que si el hombre no es capaz de usar sus instrumentos para elevar la trilogía cuerpo-alma-espíritu, la humanidad iba camino a ser instrumento de sus instrumentos, esto lo propagó porque ya en su época observó la tendencia de sus congéneres a ser urbanícolas, a adorar todo lo que los aleja de la naturaleza prístina (bosques, selvas, montañas, lagos, océanos). Schrödinger (Premio Nobel de Física, 1939), en su libro filosófico Mente y Materia, advierte que el fin de un futuro de bienestar debe de ser que las máquinas hagan el trabajo simple para que cese la esclavitud del hombre uncido a labores automáticas que no exigen o apenas exigen de su innata inteligencia y creatividad. Pero masas ingentes siguen siendo la maquina animal de bajo costo para hacer tareas involucionistas, dejándolos a temprana edad inválidos para enfrentar lo complejo, entrando así en una senda irreversible hacia la estupidización. Más tarde, por estos días, el físico-cosmólogo, Hawking, nos pasa la nueva: “Los virus de computadoras deberían ser considerados como vida. Pienso que esto dice algo acerca de la naturaleza humana, que la única forma de vida que hemos creado es puramente destructiva. Hemos creado una forma de vida a nuestra imagen y semejanza”.
Ramonet, pone en la palestra la inquietud de que las manifestaciones defensivas de la masa humana interconectada, podrían quedarse en giros compulsivos de colmena y no prosperar hacia la eclosión de una inteligencia global real, que aspire a la imaginación y el conocimiento como un modo de vida permanente. Tener una sobredosis de información no es igual a estar naturalmente informados. Aquí invoco el pensamiento de don José Ortega y Gasset, para añadir otra cuestión al tema de la conferencia de Ramonet: La rebelión de la masa interconectada contra los medios de masas, ¿no será sólo una suerte pasajera e intrascendente? El meteorito Internauta, la imprenta de los creadores autosuficientes, nos ha remecido de la cabeza a los pies, nos ha colocado ante la posibilidad cierta de conseguir un planeta libre de extrativismo, donde las utopías de hoy sean las realidades de un pronto mañana. De darse lo contrario, esto se quedará en el balbuceo telefónico y del chateo, en el apogeo del chisme, en suma, hay que superar la bazofia que también se consigue con un clic. Demos un clic para neutralizar la estupidización cotidiana que inyectan los medios de masas alienantes, ¡aquí y en la China!