Camina solo, perdido, hace mucho el rumbo dejó de serle importante, después de Lucia nada volvió a ser igual…
Dentro de la rutinaria domesticidad pocas cosas llamaban su atención; un anuncio publicitario, una obra de jazz o un deportivo del año; pero esa figura lo alucinó, invadió lo más profundo de su alma; hablamos, claro, del rostro de Lucía.
Desde aquella tarde su imaginación la llevó a la cama tantas veces como le concedió una pieza de vals, le regalo una rosa o la llevó de viaje por una desierta carretera de las costas manabitas. Cada vez más su realidad sin ella perdió importancia.
Se dio en uno de esos días en los que José mataba el excesivo permiso de almuerzo característico de los burócratas quiteños tomándose un vino hervido en plena plaza del teatro, así todos los días jugaba con su soledad sintiendo la suave brisa fría característica de las metrópolis andinas, entraba en un trance solo interrumpido por su reloj alarma que reclamaba furiosamente que retorne a su “oficinista” trabajo.
La tarde que vio a Lucia era una de esas tan anheladas tardes ecuatoriales en donde la perpendicularidad del sol hace resplandecer incluso el más oscuro de los rincones, mediante un movimiento casi imperceptible había llevado su copa de vino a sus secos labios por casi media hora. Lucia paso fugazmente, para José el mundo entró en un estado en donde en medio de un silencio sepulcral solo se podía percibir, quiérase o no, la suave ráfaga de viento que generaba el movimiento paulatino de sus caderas, sintió como si soltaran la delgada cuerda que lo había mantenido atrapado tanto tiempo en este extraño lugar y como si simplemente lo dejaran volar.
Ahora José encendió una capacidad de asombro frenética en donde cada detalle recibió una descomunal importancia, volvió a ser un niño o un loco, al fin da lo mismo, su absurda realidad en donde su esencia natural, esa tantas veces descrita por Schopenhauer, era transformada día a día a una entidad con valor económico, perdió cualquier tipo de sentido…
Cada detalle se torno importante, el azul del cielo y hasta el negro espacio interestelar, todo invadió su mente como una represa desbocada.
“Ahora para José el destino ya no importa
Ahora para José lo que importa es el camino”.