Estaba ahí…; sentado en un bosque con un resplandor dorado, adornado por colosos robles de troncos secos y agrietados por los años; un río de agua verde y oscura, pero a la vez limpia y saludable como la paz regaba aquel edén infectado con el veneno de la vida; el olor a soledad aturdía sus sentidos, dejando su mente abierta hacia la percepción de sensaciones extravagantes.
No se movía ya desde hace una semana, o tal vez un año, su cuerpo era uno solo con la seca roca que soportaba su peso, sus necesidades vitales se saciaban con la energía de cada insecto, flor o alimaña que allí habitaba; el mundo no se acordaba de él y por muy extraño que parezca él tampoco se acordaba del mundo. Una frustrante lucha libraba su espíritu con aquel pesado bulto que algún día fue su cuerpo, la sensación de querer arraigar raíces hacia lo más profundo de la tierra ensordecía los últimos años lo más profundo de su ser.
Respiro profundo, el rose del aire con sus fosas nasales lo devolvía a la vida, cada instante el torrente de oxigeno que invadía su pecho lo llevaba a un éxtasis indescriptible, no había olor perceptible pero la energía del aire lo deformaba lentamente, lo inmiscuía en la compleja y perfecta feria de vida que lo rodeaba.
¿Qué había hecho?, ¿Por quién, y por que fue sentenciado a tan absurda reclusión?, una reclusión sin límites, una reclusión por exceso de libertad.
Las letras que aquí se escriben vinieron a su mente como la idea primogénita, como la única de que podía dar o tener razón:
“¡Vivimos!, ¿Vivimos?…
¿Vivimos?, ¡Sí! Estamos vivos, bajo nuestras reglas perceptivas somos materia; las reglas sociales que nos dominan se inventan y reinventan tan rápido como anochece y amanece, sin embargo las reglas físicas y metafísicas son constantes hermosas e invariables. El desfile natural es perfectamente congruente y equilibrado, sin embargo…”
Por incierta razón aquel miserable ser accedió a una cadena de equilibrio divino, una aquelarre sublime en donde cada ser espiritual es un vaso capilar terminante y regenerativo. La despiadada congruencia a la que poco a poco iba perteneciendo, parecía momentáneamente olvidarse de su intromisión y tolerar su presencia.
“El entorno es discreto, parece ser lo único diferente a mí, mejor dicho, parezco ser la única figura incongruente en el fantástico aquelarre de la vida, siento que algo rompió la intima relación entre todos los seres y yo”
Así, en una batalla abierta en él y sus ideas, su mente fue callando y su espíritu accediendo y siendo disculpado por Gaia.
El hombre paró, olvidó y voló;
Los gusanos haciendo lo suyo completaron la última etapa de su REENCUENTRO.