Te acurrucas a horcajadas sobre mi corazón
gato maravilloso,
siento tu leve peso opresor como el de una montaña
sagrada.
Mientras de espaldas contemplo arder a Orión y Aldebarán
en la noche negra como tu piel titilante,
vos sueñas con el un párpado cerrado nocturnal
sueños indescifrables sobre astros ya apagados
y con el otro ojo verdoso y entreabierto como un abismo
ves pasar espectrales los demonios que me tientan.
Húndelos amor tus garras
así tengan rostro y sexo de mujer,
convexas máscaras de lo eterno.