y la aceptación de ellas en contra de la naturaleza y de las mayorías.
Así como en la mayoría de los exitosos sistemas operativos comerciales, que son utilizados por cerca del 95% de la población mundial, sobre todo en las esferas de los cómodos usuarios finales quienes detestan el aprendizaje de algo nuevo pues desvarían con el más mínimo cambio a su cíclico comportamiento costumbrista; el código inicial o fundamental de estos sistemas operativos o interfaces humano – máquina, se ha convertido, y no ahora sino hace ya un par de décadas en la tara informática también denominada lastre de programación, que generalmente conlleva a experimentar por parte del usuario final errores inexplicables inclusive por quienes son los programadores de estos sistemas operativos; he allí la razón por la que el pantallazo azul no ha desaparecido del todo del sistema operativo de Microsoft, y el sin número de código ininteligibles de errores. Pese a todo esto y siendo el sistema más popular, genera por ello mismo ingentes cantidades de dinero a quienes por ejemplo se nutren fabricando “curas o remedios” y a quienes hacen lo contrario, es decir que programan para hacer estallar los males del sistema o plagarlos de virus informáticos que no son sino pequeños programas que se aprovechan de las vulnerabilidades. Desde el punto de vista gubernamental, claro está en que lo único que hacen es quejarse, hacer uso indebido e ilegal de estas licencias de sistemas operativos y ofimáticas comerciales y al mismo tiempo engañar a la comunidad burocrática con decretos que dicen que solamente está permitido usar programas de código libre, a sabiendas que las instituciones burocráticas son un nido de piratería y doble moral informática.La tara entonces no solamente existe en el mundo informático de uso vernáculo y masivo, que van desde arrastrar código viejo en sus rutinas de núcleo, sino también en el comportamiento de la naciente inteligencia artificial, en donde el programar algoritmos para que una máquina emule el acto de pensar, de simular una cadena semántica y no solo de sintaxis, causa espanto y terror cuando los automóviles autónomos fallan al reconocer una simple señal de STOP que le han puesto un pequeñísimo grafiti, o cuando lateralmente son incapaces de reconocer que viene el veloz tren, y claro, por supuesto el cruce frontal de un gran tráiler que causa obstrucción parcial y temporal a sus sensores son también un gran peligro. Pero así es como se avanza en ciencia y tecnología, con el ensayo y error, lo que sí queda de recomendación es el de no acarrear líneas de código antiguas, que se han calificado de intocables por el temor a no saber las consecuencias de quitarlas.
En el mundo orgánico, de las criaturas de carbón pasa lo mismo, el ADN lleva cientos de parejas de nucleótidos aparentemente sin fin ni objetivo, el tiempo ha determinado en el proceso de adaptación continua mantener estas parejas en un estado latente o desactivado, o eso es lo que nos dicen los científicos. Las distintas taras en el género Homo están pues situadas a nivel genético, la presión medio ambiental o social puede o no hacer que algunos de estos perversos genes se activen, como por ejemplo es el caso de la diabetes, muchos individuos tienen potencialmente la tendencia genética a desarrollarla, y basta un desorden alimenticio para hacerlo, en otros individuos ni siquiera la presión de una mala alimentación logra despertar tal engendro. En las taras o problemas de trastornos de orden psicológico es lo mismo, por ejemplo, la disforia, hoy tan de moda en la pretensión de que se imponga a la mayoría las taras de una minoría, o como explicaba en una entrevista el Presiente Putin: “por más que te creas un oso panda, eres un humano”, son de estricto orden genético, claro siempre hay y habrán contraejemplos, es decir y retomando lo dicho anteriormente, algunos por presiones de orden social serán víctimas de que se activen los genes del problema, y otros no, pero en todo caso entonces la explicación de estos comportamientos cae dentro de las diferencias de las estructuras moleculares; las moléculas que ha logrado sintetizar la humanidad en un laboratorio no son siempre exactas a las que genera el laboratorio de la naturaleza, basta un enlace adicional, uno doble quizá en lugar de uno simple para que ya en rigor no sea la misma molécula ni tenga el mismo efecto. Estas diferencias se palpan en la eficacia y eficiencia de los medicamentos comerciales versus los genéricos, por citar un ejemplo; y a nivel de genes se palpan las taras que en algunos despiertan de forma tan evidente y en otros no. He aquí el cortísimo resumen de porqué la inteligencia artificial, por ejemplo, Watson pide que se le construya un órgano que le permita auto proveerse dé más datos e información para poder aprender y correlacionar, me refiero a la gigantesca máquina Alemana de fotografía de rayos Röntgen. Entonces la inteligencia artificial nos ayudará a comprender más sobre las causas íntimas de los desórdenes clínicos y psicológicos, así como ya lo hace sobre las taras informáticas; confiemos en que también persuadirá al disparatado flujo de leyes sociales y morales para que no vaya en contra de la naturaleza.