Hay un rey, un príncipe iracundo, que no es la imagen real soñada por el poeta, un tirano, a quien conoce el esclavo humano y ese rey salvaje es el Smartphone.
Posee un ojo, un ojo de silicio, y apesar de tener solamente uno, ese ojo crea una fuerza mágica que abate a millones.
Al igual que el furibundo Moloc, su antepasado, que otrora moraba en el Valle de Himmon, sus entrañas son de fuego y los niños su alimento.
Su horda de sacerdotes, privados de toda humanidad, sedientos de sangre, colmados de orgullo y furor, gobiernan -¡oh, escarnio!- su gigantesco ojo transformando, por arte del internet, la mente en oro.
Sobre el sistema fabril de Edward, P Mead, actualizado a los esclavos de la actual fiebre del contenido multimedia de las redes «sociales».