A esos seres supremos de los «cien brazos»,
de las cien almas, de los cien secretos,
que nos dan sombra, alimento y sabiduría,
que cuidan el agua que baja de los cielos y hace posible la vida.
A ellos, me inclino reverente
Como sumisa criatura que ha de cuidarlos
porque de ellos depende
gran parte de mi razón de ser.
En gratitud, porque, cuando tierno
reposé sobre una cuna,
cuando niño mis primeros garabatos
se impregnaron sobre un papel,
y los hice con un lápiz,
cuando adulto, construí un techo.
Y todo aquello vino de los brazos, de la piel
y del alma misma de aquellos seres, los árboles.
Y después de mi tiempo, que mis cenizas
se dispersen sobre el gran río, en espera
que almenos, una sola partícula
forme parte del alma
de un gran Camatúa.(Phragmotheca ecuadorensis)
Walter Palacios, 2011
Árboles del Ecuador
Colecciónes: Base de Biodiversidad del Ecuador